Hasta aquí de momento, adiós.
Es la última vez que te lo digo.

Te veré allí en los páramos que inventamos
allí donde la risa llovía inteligente y los cuervos
nunca robaban nuestros ojos abiertos.

Te veré en la arena que me salga de los bolsillos
cuando regrese de la otra orilla con el brazo
colgando, agarrada la carta que no has leído.

Te veré en las ciudades que nos unieron, aunque no estuvimos
te veré bajo el sol de diciembre, con el brazo
enredado en otro brazo que no es el tuyo, ni por supuesto el mío.

(Y aún hay quien me pregunta
por qué no vernos como buenos amigos)

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