escribir un poema es también como el sexo,
aunque curiosamente
uno puede disfrutar del sexo
plenamente
disfrutar sin llegar al orgasmo
(al menos en los primeros rounds)
y sin embargo no ocurre lo mismo
con la poesía,
con la poesía ha de existir ese cenit;
normalmente en los dos últimos versos
y personalmente
no tengo problemas con mis huevos
tras una maratoniana sesión de sexo sin correrme
pero intentar un poema y no terminarlo
me infla rápida y dolorosamente los cojones.
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